viernes, 30 de septiembre de 2011

Alabar, hacer reverencia y servir a Dios

Quiero inaugurar este blog diciendo: SANTIFICADO SEA TU NOMBRE.

    La primera petición del Padrenuestro. El resumen de todo el Padrenuestro, me atrevería a decir yo, y sin embargo lo más olvidado, a mi modo de ver, en la doctrina cristiana. 

    No somos cristianos porque esto nos haga sentirnos mejor, no somos cristianos porque tengamos una tendencia religiosa concreta que sobresalga por encima de nuestros hermanos, lo que nos ha hecho tomar una postura respecto a la religión católica, ni siquiera somos cristianos porque nosotros lo hayamos elegido, pues es Él quien nos ha elegido a nosotros, pero, ¿nos ha elegido para qué? Para que nos salvemos, y seamos felices con Él en el cielo, si esto es cierto, pero ¿qué es lo que espera Él de nosotros? Que seamos fieles a nuestro bautismo, si eso es cierto que seamos fieles, pero ¿cómo seremos fieles? Atención: SEREMOS FIELES ADORANDO A DIOS COMO ÉL QUIERE SER ADORADO.

    Un ejemplo de lo que Dios quiere de nosotros, de la fidelidad que espera de nosotros, la vemos en el libro de Job. Job adoraba a Dios, antes de sus males, durante sus males y después de sus males. Es por eso que el centro de la vida cristiana ha de ser la SANTA MISA, que es el acto de adoración por excelencia, donde se ofrece a Dios Padre Jesucristo bajo las especies del pan y del vino, en un sacrificio agradable a Dios.

    La Santa Misa es por tanto lo más grande que hay en la tierra, porque es una ventana al cielo, es la manera de cumplir nuestra misión, adorar a Dios, de manera excelente y agradable a Dios.

    Esto es lo que nos está queriendo decir el Papa Benedicto XVI con la reforma litúrgica y con la fuerte promoción de la misa tridentina. Pues es en ella donde de una manera clara y diáfana la luz de la divinidad resplandece en nosotros a través de Jesucristo, y es en ella donde el misterio eucarístico es tratado con mayor solemnidad a la luz de una tradición que se extiende a los primeros siglos de historia de nuestra Iglesia.

    Con esto, y hay que dejarlo bien claro, no estamos negando la validez de la forma ordinaria del rito romano, pues con la Iglesia aceptamos este rito como valido, y en el se ofrece de igual manera a Jesucristo bajo las especies de pan y de vino, es el mismo sacrificio, es el mismo Jesucristo, pero, desde mi humilde opinión, he de decir que creo que en la misa tradicional se trata mejor el misterio. Recordemos las palabras de San Juan de Avila, “trátelo bien, que es hijo de buena Madre”, pues bien, en la misa tridentina, se le trata mejor.

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